Las operaciones en el espacio han creado una latente preocupación sobre quien tiene derechos de qué y a quién le pertenecería qué.
Hasta el día de hoy se han descubierto más de 4 mil planetas extrasolares, planetas que no se encuentran en nuestro Sistema Solar, que están a varios años luz de distancia, y que tienen diferentes características.
La esperanza de la humanidad de encontrar otros mundos que sean parecidos al nuestro y que sirvan de plan B ante una huida sigue en pie hoy más que nunca, se están preparando excursiones para Marte y la Luna y en algún momento terreformarlos, pero y si encontramos un planeta con las condiciones perfectas ajustadas a nuestra biología, que “no quede tan lejos”, sólo de llegar, asentarse y vivir, esto es música para muchos oídos.
Le debemos estos descubrimientos a grandes equipos de trabajo alrededor del mundo que se han esforzados por mejorar cada día, desde el análisis de imágenes hasta el desarrollo de la instrumentación, el astrónomo indica qué desea ver y el ingeniero se da vueltas sacando lo mejor de sí para lograr el cometido, en pequeña escala así funciona, y con el aporte de grandes instituciones toda una maquinaria se echa a andar.
Si nos topamos con un planeta parecido al del final de la película Interstellar, ¿quién tiene el derecho de establecerse? La mejor respuesta a eso es quien logre llegar, pero para entonces ¿aún nos dividirá el patriotismo y el nacionalismo? O como en Elysium, si tenemos un hábitat espacial ¿solo será para pudientes?, en definitiva ¿a quién le pertenece el espacio? Actualmente existe una rama jurídica denominada derecho espacial, o derecho extraterrestre, o derecho sideral, … en fin, es algo tan grande para el cual poco estamos preparados.
El punto es que este derecho espacial pretende asegurar relaciones entre individuos y estados que utilicen cohetes que vayan el espacio, y para ello se han creado diversos tratados y convenios que permiten proporcionar responsabilidades y derechos, el más famoso de ellos es el Tratado sobre el espacio ultraterrestre, en el cual se destaca un marco jurídico para, ante todo, hacer prohibiciones, de colocaciones de armas nucleares o reivindicaciones de recursos celestes a cualquiera.
Las operaciones en el espacio han creado una latente preocupación sobre quien tiene derechos de qué y a quién le pertenecería qué. Hace algunos años Jenaro Gajardo Vera, un abogado chileno se proclamó propietario de la Luna haciendo constancia en un documento notariado, especulándose que se introdujo en el Conservador de Bienes Raíces de Talca, aunque esta institución no tiene registro de tal caso, así que al menos por ahí tenemos una experiencia de reivindicación que luego fue desestimada.
Este año lo han denominado como ‘el año prodigioso de Marte’, tres agencias espaciales diferentes llegaron al planeta rojo para explorarlo desde distintos ángulos, siendo esto un indicador de la determinación humana a una futura migración, solo esperemos que aún en nombre de la ciencia tales viajes y hallazgos en el provenir sigan siendo pacíficos y sin títulos al portador.